29 oct 2008

Genealogías

“Sucede que a veces sales de un bar y la luz quema la piel” y sólo queda la carne expuesta y una nueva piel empieza a mudar. Es ese precioso segundo donde ocurre todo y es cuando recordás que toda tu vida estuviste buscando. La vida sin querer se transforma en una búsqueda constante. Pero qué busca cada uno. En mi caso varias cosas. A veces por turno, otras veces todas juntas y otras me encuentran a mi. Me pasé la vida buscando mi origen. No es que no sepa de quién nací. Es algo que va más allá de mi. Es ese origen primigenio. Ese lugar primero o al menos anterior. Y ese me animo a encontrarlo o no. Porque cuántas veces decimos tengo que buscar y lo dejamos en palabras suspendidas. Animarse a encontrar es lo más desafiante. Y después de aletargar mis ganas di el salto infinito. Encontré el umbral, y lo pasé. La memoria se une a la identidad, a la sangre lejana tan cercana como si nada. Los lazos de familia. Mirarme en un espejo para reconocerme en cada uno de ellos y…

“Sucede también que sin saber cómo ni cuándo algo te eriza la piel y te rescatas del naufragio” y los empiezo a hacer míos. Me los apropio sin saber si los demás así lo querrán. Busco identificarme, la otredad para volverla unidad. Existen vestigios de esta que soy en el ancestral árbol de genealogías llenas de recuerdos. Quizás alguna herida me cierre mejor si pudiera reconocerme en otros míos. Por ahora soy feliz de haberlos encontrado mas no me encuentro reflejada aún allí.


A los Bescos de mi vida, de mis ancestros, de mi carne contenida en la sangre gallega.

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